El diseño, representado por medio de sus prácticas profesionales, docentes, experimentales y teóricas, parece estar atravesando por una transformación tanto en su demanda como de los procederes que la práctica ejerce.
Por ciertas sintomatologías que manifiesta, dicha transformación pareciera referirse a una depuración de sus formas esenciales que han empujado a algunos a urgir la reformulación de sus prácticas y enseñanzas, y a otros más proponer definitivamente un diseño distinto respecto de los específicos que hoy se ejercen.
Dichas evidencias requieren ser señaladas antes, acaso simultáneamente, de la proposición de reformulaciones y formas distintas de hacer diseño con la intención de acusar la sintomatología que manifiesta la práctica en la actualidad, para así dirigir mejor las iniciativas antes citadas.
Algunas de esas evidencias se refieren, cada vez con mayor frecuencia, a que la concepción y concreción de lo diseñado debiera ser competencia de todos los involucrados en las incidencias que previsiblemente tiene. No es privativo de los especialistas en el tema como exclusivos autores intelectuales, sino también de quien es el destinatario final de las propuestas de diseño, así como de quienes hacen posible su materialización.