El final de la Primera Guerra Mundial, en 1919, obligó a las naciones involucradas en el conflicto a replantear sus relaciones, bajo una sociedad que puntualizara acuerdos entre ellas; acuerdos desde los cuales fuese posible garantizar la paz a nivel internacional, principalmente, desde aquellos aspectos que estaban relacionados con la política, dejando en un segundo término al resto de aspectos que conforman una nación como, por ejemplo, los temas sociales y culturales. Bajo estas consideraciones, se convocó, en 1926, el concurso para la realización de un palacio que alojaría la sede de una institución como la referida en la ciudad de Ginebra, ello con la finalidad de formalizar su labor. Los primeros resultados de dicho concurso, que se dieron a conocer en 1927, señalaban nueve proyectos finalistas, con propuestas que claramente distinguían dos maneras diferenciadas de abordar el problema planteado, lo cual desconcertó a varios de los participantes y a la crítica especializada, porque ello no reflejaba las intenciones de la convocatoria.